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miércoles, 24 de octubre de 2007







El pasillo normalmente era tranquilo y los vecinos en su mayoría eran ancianos. Los únicos sonidos que se podían escuchar eran cuando encendían sus radios a transistores a todo volumen. La sordera era común por aquéllos años.

A medida que fallecieron, los hijos decidieron vender esas casas y de un día para otro se fue poblando de familias jóvenes. Con ellos vinieron las risas de los niños. Piqueteros infantiles coparon el pasillo y con ellos llegaron sus juguetes.

Autos a control remoto que cortaban la tranquilidad del lugar con sus motores eléctricos; Donatello, Michelangelo, Rafael y Leonardo, habían dejado sus pinturas para convertirse en tortugas expertas en artes marciales. Y pequeños sujetos de plástico que en lugar de manos tenían pinzas para sujetar diversos objetos invadieron el pasillo. Playmóbiles.

La imaginación de los chicos creaba historias todas las tardes, siempre después de ver los dibujitos de las 17 hs (o era a las 18 hs de Buenos Aires, nunca entendieron esa diferencia horaria)

Volver al Futuro con Playmobiles. Karate Kid con Playmóbiles. Lo que sea con Playmóbiles. Eran otros tiempos. No existian los blogs, las cámaras digitales, el divx, los mp3, eran escasos los CDs, las compus que conocian eran las que regalaba Leonardo Greco y Cris Morena en sus programas (La Hora de Disney y Jugate Conmigo), no había Counter-Strike; ni Second Life o Google. De todas maneras se divertían.

Todos los días era una nueva historia gracias a esos pequeños hombrecitos llamados Playmobil. Hasta que un día llego el entretenimiento hogareño llamado Family Game. Pero esa es una futura historia.

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